Con el sol voy cambiando de piel,
desprendiéndose lo que me
recubría y aislaba,
fina capa que separa futuro y
pasado,
y en la que no quepo.
Con el sol ilumino,
con la lluvia
me deslizo
atravesando corazas.
Con el viento canto
y con las
hojas bailo.
Efímeros momentos de los que me
expulso
calzándome otra vez ese grueso
tapado
que siempre está en el perchero,
y que tan abrigado es en los
desequilibrios.
Aunque todavía no pueda
liberarme,
ahora comprendo que no soy piel.